La aparición milagrosa de la Virgen María a unos pastorcitos en la localidad de La Salette, en el Delfinado francés, en septiembre de 1846, se difundió por España en la segunda mitad del siglo XIX. Es posible que a Zamora llegase de la mano del obispo D. Bernardo Conde y Corral, fundándose en la capital cofradía en la iglesia de La Concepción. La nueva asociación carecía de imagen titular, por lo que deseosa de “adquirir un grupo de talla representando el coloquio de la Stma. Virgen de la Saleta con los dos pastorcillos“, invitó a Ramón Álvarez a la junta de 27 de mayo de 1870, para que expusiese las condiciones del encargo.

Condiciones que verbalmente detalló el escultor, y que fueron incorporadas al acta: “Que por razón de economía y de tiempo debieran ser construidas las tres efigies para vestir, esto es, únicamente de talla, la cabeza, el rostro y el cuello hasta la cintura, las manos y los pies, afectando el resto la forma de devanadera; pero que en vez de formar la devanadera, y sin que por esto aumente el coste, él construiría también de talla, aunque en tosco para cubrir luego con lienzo, el resto del cuerpo, los brazos y las piernas: cuyo sistema hace resaltar más las formas y que sienten mejor las ropas, contribuyendo el conjunto a que sea más animada la acción. Que para expresar esta, cree muy oportuno el momento en el cual, según la historia, la Virgen recuerda a Maximino cuando las espigas de trigo se hicieron polvo entre las manos. Que la altura de la Virgen podría ser de metro y medio y en proporción la de los pastorcitos, llevando tanto la Virgen como éstos, ojos de cristal, pelo tallado y dentadura fingida con las capas correspondientes de pintura y encarnación dadas según arte. Que serán tallados separadamente, y para formar el grupo se colocarán sujetos con tornillos sobre un tablero imitación del terreno. Por último, que, deseando fomentar el culto a la Stma. Virgen de la Saleta para que se hagan públicos sus maternales avisos, sin que pueda servir de obstáculo la falta de recursos que hoy tiene la Junta, se comprometía gustoso a ejecutar este trabajo de escultura por la módica retribución de mil quinientes r[eale]s, debiendo percibir mil r[eale]s al hacer la entrega de las tres efigies que será en 1os. de septiembre y los quinientos restantes para más adelante o después de terminado el aniversario“.

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Condiciones de la hechura del grupo en las actas de la Asociación, 1870. Archivo Histórico Diocesano de Zamora

La junta después de escuchar a D. Ramón, y de conocer la oferta para hacer el grupo (no se detalla por quién), enviada por el promotor de la devoción en España, Florencio Sanz, vecino de Pamplona, “aprobó el pensamiento del citado Señor Álvarez encargándole la construcción del grupo en los términos y condiciones prefijadas; como así, bien para que asociado de las personas que se designaren elija las ropas convenientes para vestir y dirija la hechura“.

saleta_zamora_rostroComo es sabido pocos fueron los encargos de D. Ramón que se pusieron por escrito, y este es de los conservados el único que nos describe el proceso de construcción de las imágenes. Buen conocedor de su oficio propone que todo el grupo sea de vestir para que su estética armonice. Lo normal hubiera sido hacer la figura de la Virgen vestidera, y los pastorcillos vestirlos con anjeo. Además, sabedor de que los maniquís si se hacen de bastidor y no se visten bien desmerecen, propone tallar en tosco los cuerpos, concretando materiales, y anclajes al tablero. También, suponemos asesorado, representar a la Virgen dirigiéndose a Maximino, toda vez que en la primera aparición estaba sentada cubriéndose el rostro con las manos. Incluso, se muestra generoso en el precio, y en los plazos que habría que cobrar y entregar la obra, algo más de tres meses. Paradójicamente cumplió, y la obra pudo bendecirse en la función de aquel año (19 de septiembre).

saleta_zamora_maximinoLa crónica fue enviada a una publicación que recogía Noticias para los devotos Ntra. Sra. de la Saleta: “A espensas (sic) de los asociados y devotos de María, hemos adquirido el grupo de la Santísima Virgen y los dos pastorcitos, siendo construido por la mano hábil de nuestro paisano D. Ramón Álvarez, catedrático del Instituto y aficionado inteligente en escultura. Nada dejan de desear las tres efigies a cuantos las han visto y examinado con detención. La actitud natural y espresiva (sic), unida a la perfección de sus facciones, dentadura y demás detalles que omito, presentan un golpe de vista tal, que parece propiamente están hablando. El rostro de la Santísima Virgen, que se dirige (sic) a Maximino, está interesante y conmovedor; es todo celestial, el de la pastorcita manifiesta bien combinada su admiración y peculiar timidez, y el de Maximino espresa (sic), con su habitual viveza, el acto de contestar afirmativamente a la Virgen, cuando ya recordó por fin el suceso de haber cogido su padre unas espigas de trigo que se hicieron polvo entre las manos“. Todo salió a pedir de boca, pues la cofradía le abonó el primer plazo según lo establecido; en 1871 le adelantaba otros cuatrocientos reales y dos años después el resto. La confección de los vestidos supuso el desembolso de otros cuatrocientos reales, que también quedaron en casa, habida cuenta que los hizo su hija María, si bien “el corte y elegante hechura de las ropas de la Virgen, es debido al buen gusto y dirección de un caballero oficial avecindado en esta“, suponemos en alusión a Valentín Mireles.

saleta_zamora_melaniaRamón Álvarez, además de tallar el grupo con oficio, debió de hacerlo con gusto. Obviamente, su interpretación y fuentes de inspiración le fueron proporcionadas, recibiendo para ello una estampa. Pese a todo el resultado es espléndido, singularmente en la imagen de María, de tamaño mayor del consignado en las condiciones (1,70 mts), delicado rostro, magnífica cabellera que cae en grandes y surcados bucles sobre la espalda y hombros, exquisitas manos de largos y delgados dedos, y cuidada policromía; también talló, sin demasiado esmero, los pies en los que pintó una especie de zapatillas. La imagen viste túnica blanca con motivos florales en oro; su cabeza se toca con diadema también dorada y corona de flores (antaño lució una sencilla corona de metal), y de su cuello pende la cadena con el crucifijo, martillo y tenazas, según la descripción de su milagrosa aparición. La talla de los pastorcillos es más vulgar, aunque más acertada en Maximino, singularmente en su cabeza, y sus ingenuos rostros parecen tomados del natural. Todo el grupo está pintado con maestría y con las características carnaciones a pulimento, y sus vestimentas, obviamente, han sido renovadas imitando las originales. Hasta comienzo de la década de los setenta el grupo estuvo al culto en uno de los altares colaterales de la iglesia del desaparecido Convento de la Concepción de Zamora, de donde pasó al de Santa Clara, y recientemente a la iglesia de San Andrés.

José-Ángel Rivera de las Heras
Casquero, J.A. y Rivera, J.A.. (2014). Ramón Álvarez 1825-1889. Zamora: Junta Pro Semana Santa de Zamora.