Cruz en las inmediaciones del Santuario de la Saleta (Francia)
Cruz en las inmediaciones del Santuario de la Saleta (Francia)

La respuesta a esta pregunta hemos de buscarla primero en el hecho mismo: la actitud de María, los signos utilizados, las palabras dichas, todo está cargado de sentido. La elección de los testigos, las circunstancias de tiempo y lugar vienen a justificar y ampliar el alcance del acontecimiento.

La intervención de María en La Saleta está en la misma línea de la misión que Ella misma ha asumido de su Hijo al pie de la cruz, misión que ella ha asumido en plenitud después de su Ascensión. Ella está “encargada de rogar sin cesar a su Hijo” por nosotros. Pero ella también está encargada de intervenir para guiarnos a su Hijo Jesús. La Iglesia ha sabido discernir la autenticidad y la eficacia del hecho de la Saleta para nuestras vidas hacia Aquel por quien nos llega la Reconciliación. “Guardaos de los falsos profetas que vienen a vosotros vestidos de corderos, pero por dentro son lobos rapaces” (Mt 7,15).

 

Los signos a comprender

Nada llega a nuestra inteligencia sin pasar antes por los sentidos. Tenemos necesidad de signos. Ellos son “palabras” comprensibles por todos, comenzando por los más pobres. Sirven como punto de partida para una pedagogía de la fe. Los signos elegidos por María en la Saleta son desde este punto de vista muy sugerentes.

    • LA LUZ en la que Ella se manifiesta no es un artificio destinado a asombrarnos, es dentro de la tradición de la Iglesia el signo de la Resurrección. María resucitada habita en la gloria de su Hijo. Mientras habla a los niños esta luz los envuelve también.
    • MARÍA EN LA SALETA LLORA:Con su amor materno, se preocupa de los hermanos de su Hijo que aún peregrinan y se debaten entre peligros y angustias” (Lumen Gentiun 62). María llora por su Hijo Jesús, desconocido y rechazado por los hombres. Amar a alguien es darle el poder de hacernos sufrir. Las lágrimas de María son signo de impotencia frente a nuestra libertad cuando rechazamos la salvación que nos es ofrecida. Son al mismo tiempo los signos de su amor, el último argumento de una madre que no tiene más que sus ojos para llorar, para tocar nuestros corazones endurecidos. Ella nos muestra así la ternura de Dios: “¿Quién entonces es Dios que llora nuestro mal como una madre?, ¿quién entonces es Dios que podemos herirlo tanto hiriendo a los hombres?, ¿quién entonces es Dios que nos ama así?“.
    • MARÍA EN LA SALETA ESTÁ VESTIDA COMO LAS CAMPESINAS DE LA REGIÓN. Los dos niños no se sorprenden: un largo vestido que le llega hasta los tobillos, un gran delantal de ama de casa, un pañuelo cruzado sobre su pecho. “Habíamos creído que era una señora a quien sus hijos habían pegado y que se había refugiado en la montaña para llorar“. María como “sierva de Dios” encargada del sostenimiento  de la Iglesia: María , como madre al servicio de sus hijos.
    • Cuando Maximino y Melania se encuentran frente a la Bella Señora, contemplan la fuente de la brillante luz que irradia toda la aparición: el GRAN CRUCIFIJO que María lleva sobre su pecho. El Crucificado inmerso en la luz de la Resurrección es la razón de ser y el corazón del acontecimiento de La Saleta. La interpelación fundamental es inevitable. María en la Saleta nos lo recuerda: “para mí, vivir es Cristo. Nunca entre vosotros me precié de saber otra cosa que a Jesucristo, y éste crucificado. Si Cristo no ha resucitado vana es nuestra predicación y nuestra fe” (San Pablo).
    • ALREDEDOR DE LA CRUZ, los niños se han fijado en el martillo y las tenazas, las cadenas y las rosas, rosas que bordean el pañuelo, que coronan la frente y que adornan los zapatos; símbolos que María nos muestra sin explicaciones. Somos libres para intepretarlos. Es una invitación a la reflexión, a la búsqueda a partir de las Escrituras y de la tradición de la Iglesia: evocación de la Pasión, misterios del rosario, pecado y reparación, trabajo de los hombres, elección a hacer entre las cadenas de la injusticia y las rosas del amor… La lista queda abierta. Lo esencial es volver al centro de estos símbolos: la cruz de Cristo que da sentido a todo esfuerzo, a toda búsqueda, a todo compromiso con los más necesitados, al amor, al respeto hacia toda persona.