El Adviento con María

Comenzábamos ayer el tiempo del Adviento. Es uno de los tiempos fuertes dentro del año cristiano, llamado así porque supone la preparación para un acontecimiento central de nuestra fe. Y es que de la misma manera que cuando se va a suceder un acontecimiento importante en nuestras vidas, en nuestra familia, en nuestra ciudad… dedicamos un tiempo a prepararlo para que todo este dispuesto cuando ese momento o persona llegue lo mismo pasa con nuestra vida de fe. Es por eso que la Iglesia, que es Madre y Maestra nos ofrece este tiempo del Adviento, este tiempo que dura cuatro semanas y en el que se trata de prepararnos nosotros mismos, de poner a punto nuestro corazón para recibir al mismo Jesús que viene a cada una de nuestras vidas, para acoger en nosotros a un Dios que se hace cercano, entrañable, a un Dios que quiere ser Dios con nosotros. Solo así podremos vivir una auténtica Navidad y que Él pueda nacer en nuestras vidas, en nuestra familia, nuestro trabajo, nuestra ciudad…

Y si bien es cierto que en todos los momentos del año la Virgen María es el modelo perfecto donde poner nuestros ojos para seguir al Señor, lo es de una forma muy especial en el Adviento. Muchas veces dedicamos el mes de Mayo por ejemplo a la Virgen María, pero si hay un tiempo litúrgico especialmente mariano sin duda ese es el Adviento. Es el tiempo en que toda la Iglesia tenemos puestos los ojos en María, pues en Ella vemos a aquella que ha escuchado y cumplido la voluntad de Dios en su vida. En este tiempo toda la Iglesia con  María espera que nazca el Mesías y ponemos en ella todas nuestras esperanzas, pues de Ella nacerá Jesús. Es por eso que podemos fijarnos en aquellos rasgos de María que nos pueden ayudar a nosotros a vivir el Adviento como cristianos y cofrades, siguiendo sus huellas, mirándola a Ella, de su mano y con su intercesión.

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Y es que María, en primer lugar, es la que acoge en su vida la Palabra de Dios, la escucha, la medita, la cumple. (cf. Lc 1, 26-37). Como María, nosotros podemos dedicar tiempo en este Adviento a preparar nuestro corazón con la Palabra de Dios, dejando que Él nos hable por medio de su Palabra, escuchándola, leyéndola, meditándola, rezándola, respondiendo con nuestra oración a su Palabra. Y como María, tratar de cumplirla, hacerla verdad en nuestras vidas, haciendo la voluntad de Dios.

En segundo lugar la Virgen María permite que la Palabra se haga carne en sus vidas, lo hace posible, deja lugar a que Dios mismo se haga realidad en Ella, se encarne en su seno y en su vida (Cf. Lc 1, 38). Esto es lo segundo que nos enseña María a nosotros como cofrades en este tiempo, a hacer carne esa Palabra, el Evangelio, a Jesús mismo en nuestras vidas. Se trata de que nuestra vida sea manifestación de Dios, a dejar que Él actúe en nuestras palabras, nuestras acciones, en y con toda nuestra vida. Así, como la Virgen Madre estaremos de verdad haciendo carne a Jesús en nosotros y no se quedará en algo abstracto y lejano. Deja que en este Adviento Jesús entre de verdad en ti, te cambie, te habite, se haga carne a través de tu carne.

Y en tercer lugar en María vemos a esa Madre que da a luz a Jesús, que ofrece la vida y la da para el mundo (Cf. Lc 2, 6-7) Esto es otro aspecto que podemos tratar de imitar de María. Ella nos invita y nos da su ayuda para que demos a luz a Jesús en nuestros ambientes, en nuestra familia, trabajo, estudios, entre nuestros amigos… Como Ella estamos llamados a hacer que Jesús pueda nacer en todos estos ambientes, a llevar la luz, a ofrecerlo, para que a través de nosotros Él pueda acercarse a todos y sea de verdad Navidad.

Por último tenemos que destacar que aunque el Adviento es un tiempo de espera no se trata de una espera pasiva como el que espera en la sala del médico o en la parada del autobús sin nada as que hacer sino esperar a que le avisen. El Adviento nos invita a una espera plenamente activa y este es y debe ser este tiempo y en esto también nos muestra María el camino en el relato de la Visitación a su prima Isabel (Lc1 39-45). Aquí observamos otro aspecto donde la Virgen del Adviento nos enseña a nosotros como vivirlo. María, tras recibir el anuncio de ser la Madre del Señor, tras ser visitada por Dios, se pone rápidamente en camino. Ella no se lo guarda para Ella, nos e queda ensimismada, sino que sale en busca de quien la necesita. La virgen se pone en camino ante su prima que la necesita, para ofrecerle su ayuda material y para llevarle lo más grande que tiene y que ya no puede guardarse para sí misma, a su Hijo Jesús. Y a esto nos llama a nosotros cofrades a salir de nosotros, de nuestras seguridades, a ponernos en camino y salir a visitar, a ayudar, a comunicar lo que hemos recibido de parte de Dios y que el mundo, como Juan en el seno de Isabel, pueda saltar de alegría.

Que como María y con su ayuda seamos capaces de vivir así este Adviento: acogiendo la Palabra de Dios, haciéndola carne en nosotros y dándola a luz al mundo, siempre desde una dimensión en pronta salida hacia los demás. Así y solo así llegaremos a la Nochebuena con el corazón preparado para que Jesús nazca en cada uno de nosotros.

María, Virgen del Adviento, ruega por nosotros.