En la primera mitad del siglo XIX se originaron grandes tensiones en Europa. Las transformaciones económicas junto a las transformaciones sociales que se están produciendo llevarán a la necesidad de introducir cambios políticos. Las diferencias y tensiones entre el orden político impuesto en 1815 y la realidad económica y social de Europa, unido a la pervivencia y expansión del liberalismo se plasmaron durante los años centrales del siglo XIX en continuos enfrentamientos y conflictos entre liberalismo y contrarrevolución conservadora: esta para mantener la situación existente y aquel para transformarla por medio de la acción revolucionaria. Durante la primera mitad del siglo se suceden y enfrentan en movimientos consecutivos: 1820, 1830 y 1848; revoluciones que, por lo general, se inician en Francia para extenderse luego por Europa occidental y central.
En este panorama general surgen dos importantes nuevas corrientes de pensamiento: el positivismo, cuyo máximo exponente es Auguste Comte (1798-1857) y el socialismo científico, encabezado por Marx (1818-1883) y Engels (1820-1895). Darwin con su obra El origen de las especies (1859) propone un cambio radical en la visión del mundo y del hombre. El siglo XIX es el momento en el que el ateísmo empieza a ganar terreno y pensadores como Nietzsche (1844-1900) elaborarán una crítica despiadada al cristianismo y a la moral.
Comte es un utilitarista en lo ético y acabó desarrollando una perspectiva particular en lo religioso: la religión positiva, basada en el amor hacia la humanidad, considerada como el Gran Ser; y para designar este amor Comte acuñó un nuevo término: altruismo. Si en Comte la fe en la ciencia sustituye a la fe en Dios, en Marx no sólo se da un ateísmo explícito sino también la necesidad de luchar contra la religión como instrumento de dominación, como opio del pueblo. Marx parte del hegelianismo materialista de Feuerbach, sobre todo de su obra La esencia del cristianismo, que niega a Dios y lo convierte en una hipóstasis de la conciencia del hombre proyectada a un ser externo.
El mismo año de la Aparición muere Gregorio XVI (1 de junio de 1846) y es elegido Papa Mastai Ferretti (16 de junio de 1846). Escoge el nombre de Pío IX. Durante su pontificado se inicia en la Iglesia el denominado catolicismo social, para defender los derechos de los trabajadores tras la Revolución Industrial.
Los católicos tomaron pronto conciencia de los problemas político-religiosos que se derivaban de la Revolución Francesa, sin embargo, muy lentamente, como el resto de la sociedad, se fueron percatando de una segunda revolución de otra naturaleza, que estaba modificando en profundidad la sociedad tradicional, la denominada Revolución Industrial.
Mientras el movimiento obrero se organizaba, amplios sectores de la población, hasta fin de siglo, rechazaban tomar en consideración la necesidad de lo que hoy se llama “reforma de las estructuras”, bien por incomprensión de los problemas existentes, o bien por la novedad de los mismos.
En la Iglesia, una minoría muy pronto hizo suyas las preocupaciones sociales, dándose cuenta que la cuestión obrera constituía un grave problema de justicia. Sobre todo en Alemania la toma de conciencia de esta situación se adelantó al resto de países, por lo que, en justicia, debe ser colocado este país en el origen del movimiento social católico que en el 1891 tendrá su primera expresión oficial en la encíclica Rerum Novarum de León XIII.
Con todo, no es completamente exacto afirmar que con esta encíclica se iniciara la doctrina social de la Iglesia. Pío IX, si bien más preocupado por las repercusiones del liberalismo en el campo político y doctrinal, no ignoraba la faceta social. A menudo se olvida que Pío IX, en la encíclica Quanta Cura (1864) condenó el socialismo y el liberalismo económico, por lo que hizo un primer esbozo de las enseñanzas que León XIII desarrollará: denunciaba, conjuntamente, por una parte, la pretensión del socialismo del siglo XIX de sustituir la Divina Providencia por el Estado y, por otra, el carácter materialista del liberalismo económico, que excluye el aspecto moral de las relaciones entre capital y trabajo.
En este clima social, económico, político y religioso, sucintamente descrito, debemos situar la aparición de María en La Salette. De este clima, a pesar del cierto aislamiento existente en las zonas de montaña, participaban de algún modo los habitantes del entorno de La Salette. De estos vientos respiraban.
Unos 700 campesinos pueblan la aldea de La Salette y los pequeños lugares circundantes. Es gente pobre que pasa sus días en el duro trabajo de la mísera agricultura y escasa ganadería, y que soporta duramente las repercusiones de las malas cosechas y epidemias. En esta parroquia un cura ejercía su ministerio sin grandes éxitos. La iglesia es escasamente frecuentada. Pocos fieles asisten a la Misa del domingo. Y es a estos rudos habitantes de la montaña, a ellos primero, con sus preocupaciones, sufrimientos y lejanía de Dios, a quienes la Virgen elige para dirigir su mensaje, el cual les marcará fuertemente. A nosotros nos corresponde hacer las transposiciones necesarias.