Del libro “Mes de María de la Saleta” por el Abate Boissin, lismonero del hospital general y de la capilla de Nuestra Señora de la Saleta, en Nimes. Traducido e impreso en Barcelona en 1872:
En nuestros Libros santos se hace mención con frecuencia de la palabra petra, piedra. Muchas han conservado una celebridad particular: por ejemplo, las que sirvieron á los Patriarcas para erigir los primeros altares de los sacrificios; la piedra sobre la que descansó la cabeza de Jacob durante su sueño misterioso en el despierto; pero aquí, en la ley nueva, hay una piedra á la cual van unidos grandes recuerdos para lo porvenir; esta es la piedra sobre la cual se sentó la Virgen de la Saleta. La piedra de los sacrificios solo fué tocada por las manos de los Patriarcas; la piedra de la Saleta ha recibido el cuerpo purísimo de María. (…)
Así ha sido comprendida la gloria particular de la piedra de la Saleta, y no se la ha dejado por ende confundida en medio de las otras rocas de la montaña, sino que sufrió naturalmente, como objeto de la peregrinación, las mutilaciones de la piedad pública, que se llevó al principio sus fragmentos cual otras tantas reliquias, hasta que pocos días después fué respetuosamente recogida por el cura de la Saleta, y mas tarde el obispo de Grenoble la depositó en una especia de caja provisional, revestida con todos los sellos de autenticidad, y los peregrinos de la santa montaña la contemplan actualmente con veneración bajo los cristales en los tesoros de la sacristía. No tiene ahora las dimensiones que tenía en la época de la aparición, porque ha sido preciso satisfacer las instancias de los peregrinos, y desprender en favor suyo numerosos fragmentos, que han servido para obrar muchas maravillas, como también el agua milagrosa de la fuente, pero hace ya muchos años que no se toca esta preciosa reliquia, y los visitantes se ven reducidos á dirigir sobre ella miradas de piadosa codicia.
Reliquia en Zamora
Al poco tiempo de constituirse la primitiva Asociación de la Virgen de la Saleta de Zamora en 1868, se solicitó al Santuario de Francia un pedacito de la piedra sobre la que se apareció llorando la Virgen, adquiriéndose un relicario para albergarla. Al poco tiempo llegó de Francia el relicario con la reliquia (tres pedacitos de apenas unos milímetros) que más tarde se colocaría seguramente en el altar de gradas en el que recibía culto la Virgen de la Saleta en la iglesia de la Concepción. La pieza ha llegado a nuestros días, conservándose hoy en el tesoro de la iglesia de San Andrés.
Durante la celebración del Triduo la reliquia se coloca a los pies de la imagen de la Virgen y al finalizar cada jornada se da a venerar.